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Un día con Caterina Gravina

Quedamos temprano, a las 9:00 a.m., en un local emblemático de Fuengirola, decorado con lámparas doradas, fotos antiguas y una gran terraza en la que, a pesar de que el verano ya se ha quedado atrás en el calendario, el Lorenzo sigue pegando con fuerza.
Sin ninguna duda, el color vino tinto de la fachada del Café-Bar La Plaza constituye una imagen romántica y bohemia donde decenas de artistas, filósofos, pintores y escritores han invocado a sus musas a lo largo de su más de cien años de historia acompañados de un café solo, largo, semilargo, solo corto, mitad, entrecorto, corto, sombra, manchado, nube, no me lo ponga… ¡Uff! Explicar las características de cada uno de los tipos de café que hay en Málaga se asemeja a una función matemática difícil de representar en la que los parámetros de la variable independiente son: el vaso de cristal —nunca una taza—, la confianza, la entrega, el compromiso y la fidelidad del camarero y un largo etcétera que tiende a infinito y que indetermina el valor de su límite.

Precisamente, ante una nube ¾de café¾ y un pitufo de pan con aceite, Caterina Gravina me habla de Venezuela, su país natal, del presidente Maduro, de la situación política tan controvertida a la que se tienen que enfrentar sus compatriotas y, por qué no decirlo, de algunas penas que le embargan por dentro y que, tal y como refiere, hacen que un cierto regusto amargo se le instale en la boca del estómago. A lo largo de la vida nos han enseñado que no está bien llorar, ni que nos vean mal. Y siento que Caterina, alguna vez, en la intimidad, no habrá cumplido ese mantra que tantas veces nos repite la sociedad. Y se muestra entera, fuerte, aunque intuyo que más de una vez se ha sentido vulnerable, débil, emocionada…
Penas aparte, siento que sus ojos almendrados de una tonalidad muy suave se relajan cuando tocamos el apasionante mundo de la poesía, esa explosión catártica para la salud emocional en la que ha encontrado consuelo y con la que deja fluir sus frustraciones.
«Cuando sientes la llamada de la poesía, un extraño mecanismo se pone en marcha en tu interior», me dice en el momento en el que, revisando mis notas, le leo en voz alta una de las acepciones[1] —la primera— que ofrece el diccionario de la Real Academia Española sobre el término poesía.
Tratando de encontrar las palabras precisas con las que transmitir la esencia de sus propios pensamientos, me dice textualmente:
«La poesía es para mí un puente entre culturas, es la forma más romántica de comunicarse. Mi pasión, mi vida, lo que me llena… mi refugio de paz. Es, en definitiva, el elemento con el que juegan mis musas cada día y mis sentimientos florecen como rosas en el jardín».
Se queda pensativa unos segundos en los que la incertidumbre me embarga y, finalmente, recita:
Silencioso como…
Silencioso como una danza de luciérnagas,
como el sol de primavera que lentamente se asoma,
como brisa pasajera de nostalgia
el tiempo caprichoso nos adorna.

Silencioso como arrullo que ensordece,
como canto de gorrión bajo el sauce,
como nube con aroma de ámbar,
tu presencia hace gala frente a la mía;

Silencioso como caricia al alma,
como palabra melodiosa en el tiempo
como perfume de cedro recién mojado;

Silencioso como hoguera impaciente
como luces que se encienden en la aurora
como huella sobre la arena, los libros que me versan.
Después de escuchar sus palabras, me planteo si el diccionario está en lo cierto o, si por el contrario, la Real Academia de la Lengua Española tendría que cambiar las acepciones del término poesía e incorporar las bellas palabras de Caterina Gravina. ¡Todo sería cuestión de planteárselo!
Nuestra conversación se vuelve tan intensa, que café tras café ¾la tensión se nos pone por las nubes de tantas nubes de café¾, llega la hora de comer. Caterina Gravina me lleva a su casa donde, a pesar de que llevamos juntos varias horas, me recibe con una sonrisa de oreja a oreja y un «Bienvenido, esta es tu casa». Y consciente de lo acelerados que andamos los dos, añade guasona y con cierta suspicacia:
—¿Te brindo otro café? ¿Un té, quizás?
Solo agua —contesto y tomando como propia la manera en la que muchos malagueños utilizan para decir la palabra nada, añado entre risas—: Ni cerveza, ni vino, ni . Solo agua.
He de reconocer que a esas alturas del día, mi cuerpo no soportaba otra cosa más.
Mientras Caterina prepara la harina de maíz, la sal, el agua y la plancha de cocinar, deja caer:
Como ves tengo libros por doquier y no pueden faltar los de poesía que, hasta en la cocina, me acompañan.
Miguel Hernández (Poesía), Vicente Aleixandre (Poemas Amorosos), Héctor Torres (Caracas muerde)… son algunos de los autores y títulos que le acompañan en la cocina. Y mientras reviso algunos poemas, Caterina me dice:
Te indicaré la manera más sencilla de hacer las arepas:
En un bol, harina de maíz sal al gusto y agua colocar.
Y después amasar,
hasta una masa aterciopelada en las manos lograr.
¡Wow! No quepo en mi asombro. Hasta las recetas se convierten para ella en pequeñas poesías improvisadas. Sin interrumpir su labor, ni sus palabras, escucho admirado el resto del plan de cocina:
Bolitas pequeñas aplanar
con las manos limpias danzar,
como plumas versadas de tiernas caricias
hasta una forma curva y perfecta lograr.
—¡Y luego al fogón! —me atrevo a decir entre risas cuando comienza a sacar un sinfín de rellenos para las arepas: carne mechada, caraota negra ¾alubia negra¾ con quesito blanco rallado por encima…
¡Ufff! Sólo con recordarlo se me hace la boca agua.
«Es muy importante implicarse con la cultura, ya sea con la poesía como con la pintura, la escultura…», comenta Caterina Gravina a eso de las 15:30 p.m. mientras yo friego los platos y ella revisa el bolso tras nuestra más que suculenta y animada comida.
Como Mary Poppins, evalúa sus indispensables: la cartera, las llaves, el móvil que no cesa de recibir mensajes, las gafas de sol y… ¡Oh, sí! Y un cuaderno A5 de tapas grises de hojas blancas que desde hace ya mucho tiempo se ha convertido en su compañero de viaje más fiel.
Recuerdo que en los postres, aderezados con otra nube, le oigo decir: «El arte de cocinar y el arte de crear poesía van de la mano». Y automáticamente, a las 16:05 p.m. Caterina Gravina hace precisamente eso: me lleva de la mano a un recital benéfico que ella misma ha organizado en Entrerríos, un albergue situado en Mijas, otro de los municipios multiculturales de la Costa del Sol.
—¿Qué vas a leer? —me pregunta mientras aparca en la cuneta.
Como el personaje protagonizado por Jim Carrey en la película de La Máscara, abro los ojos de par en par.
—¿Leer?
—Por supuesto —contesta como si la pregunta hubiera sobrado—. He organizado un recital de poesía y narrativa y quiero que leas algo.
—¿Así, sin avisar? Otro día —le sugiero consciente de la responsabilidad que implica recitar. Con el corazón palpitándome nervioso en el pecho, digo—: ¿Leer? ¿Recitar? ¡Imposible con tan poco tiempo!
—Los miembros de AFESOL (Asociación de familiares y personas con enfermedad mental de la Costa del Sol) y FAISEM (Fundación Pública Andaluza para la Integración Social de Personas con Enfermedad Mental) te lo agradecerán.
Oír eso hace que mi reticencia desaparezca. Consciente de que nunca hay que decir NO a una causa benéfica, improviso unas líneas a la carrera, mientras el resto de poetas, músicos, cantantes y escritores deleitan al público con sus versos, melodías, canciones y relatos.
Y he de reconocer que todo sale bien. ¡Más que bien! Los chicos de AFESOL y FAISEM se ríen, participan y aplauden acaloradamente al finalizar el acto. Y en relación a los aplausos, concédanme una licencia para comentar que nunca han sido importantes para mí… salvo esta tarde.
He de reconocer que esta tarde, —en la que no he visto gente correr como dice la canción, quizás, porque tampoco ha llovido—, me he sentido orgulloso de Caterina, de su labor, de su implicación desinteresada con los más desfavorecidos... Y sobre todo de que, a pesar de los pesares, a pesar de los nervios, de tener que improvisar bajo un sol de justicia y con un calor de mil demonios, como se suele decir por aquí, haya habido personas que con nuestra pequeña acción se hayan sentido felices y contentas.
Pasar un día entero con Caterina Gravina me ha permitido conocerla mejor, descubrir cosas de ella a las que quizás, antes no había dado tanta importancia: como que al dejar su Venezuela natal se abría ante ella un abismo al que no volvería a mirar atrás.
O que no pudo despedirse de su madre, una mujer bella y buena a la que a pesar de la distancia que nos da la vida y la muerte, siempre le acompaña en sus sueños, acariciándole la cara y diciéndole un te quiero.
Que se le cae la baba con sus hijas y que como una gallina con sus polluelos, necesita arroparlas bajo sus alas cada día, a pesar de que ya han abandonado la adolescencia y ellas quieren volar por sí solas…
Que tiene el alma limpia y el genio vivo… Y un corazón de oro que ofrece a los demás sin pedir nada a cambio.
Que a pesar de que en el camino se van quedando muchas pepitas de ese metal precioso que envuelve su corazón, va cubriendo poco a poco el de otras muchas personas.

Que aunque la vida es injusta y dolorosa a veces, hay que seguir caminando de frente admitiendo los posibles errores pero sin regocijarse en los fracasos.
Exitosa, talentosa y misteriosa… Así se ha mostrado a lo largo del día Caterina Gravina, esta poetisa venezolana afincada en Fuengirola desde hace cinco años que con gran simpatía y amabilidad, me ha abierto las puertas de su alma, de su casa y de su poesía.
Una luchadora nata a la que no le han regalado nada pero que quiere regalarle a todos ustedes la poesía que lleva por título: Raíces.
Eslabonando silencios,
gritos de ley, libertad, igualdad…
emerge la provincia andaluza,
patrimonio histórico de la humanidad.

Con copla, flamenco y al caballo domar,
embrujas al que osa tu tierra pisar.
Amalgama de rito y tradición
burbujear el buen vino en cada corazón.

El sol andaluz las almas enciende,
crepita la guitarra con ímpetu valiente,
taconea el bailaor impaciente,
ese andaluz que ama y sonríe siempre.

Guadalquivir atraviesas con majestuosidad,
domando al chiquillo en su cantar,
patio de ensueño eres Andalucía,
donde besas y abrazas a la poesía.
Amiga, gracias por abrirme tu corazón y permitirme pasar contigo un día tan especial. Deseo que a través de este reportaje los lectores de Un día con… se cautiven con el hábil manejo de las palabras y los giros inesperados con los que aderezas magistralmente tus versos.

A continuación se muestran algunos datos de interés de Caterina Gravina:
Nombre: Caterina Gravina
Nacionalidad: Venezolana y Española.
Publicaciones: en proceso.
Profesión:
¾    Psicopedagoga y Escritora.
¾    Organizadora y coordinadora del grupo Círculo Poético Patio de Ensueño de Mijas. (Recital poético de periodicidad mensual)
¾    Organizadora y coordinadora de presentaciones literarias.
Redes sociales:
¾    Instagram: @caterinagravina
¾    Facebook: Caterina Gravina
¾    Blog: http://alabrigodelaspalabras.blogspot.com.es/
Eventos en los que ha participado:
¾    II Encuentro Poético de Mijas (2015), siendo una de las finalistas.
¾    I Encuentro Intermunicipal de la Poesía y el Arte Limpio Azul (2014).
¾    II Encuentro Intermunicipal de la Poesía y el Arte Limpio Azul (2015). Encargada también de la organización del evento.
¾    III Encuentro Intermunicipal de la Poesía y el Arte Limpio Azul (2016).



[1] Poesía: Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. RAE

Enlace: https://issuu.com/dolcehesperidescreaciones/docs/estaestumoda_magazine_e.d._de_veran