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Un día con Raquel Sevilla Saborido

Hace años corría el rumor de que un mago todopoderoso habitaba en algún rincón de la Costa del Sol malagueña. A diario, las lenguas de doble filo contaban también que los sortilegios de aquel hechicero o aprendiz de brujo hacían bailar a los números y a las fórmulas matemáticas hasta que su barita de cedro lanzaba un poderoso y brillante haz de luz fulgurante que se colaba por el cráneo de sus discípulos con la intención de activar sus aletargadas neuronas.
Fíjense si era conocida la existencia de aquel mago, hechicero o aprendiz de brujo, que incluso un hombre que sobrevolaba los cielos en un pájaro metálico de extensas alas y robustas patas rodadas llegó a pedirle una vez que le ayudara a promocionar en su empresa de altos…, muy altos vuelos.
Y lo logró. ¡Claro que sí! Y también consiguió inflar de ceros su ya de por sí abrumadora cuenta corriente. Y, al mago, hechicero o aprendiz de brujo, como quieran llamarlo, le obligó a reducir el número de aves metálicas con las que poder surcar los cielos de España y parte del extranjero por el temor de encontrarse con ese hombre alto y de acento misterioso que una mañana había llamado a su puerta con un único propósito: aprender.
Precisamente, de aprender va la siguiente historia porque, en lo de aprender, no sólo aprende el que trata de ser enseñado, sino el que enseña.
Yo, que soy ese mago, hechicero o aprendiz de brujo ensoñador que cada tarde hago bailar mi barita embrujando a mis discípulos para que absorban el mágico poder de los números, relaciones, fórmulas y algoritmos matemáticos y que de vez en cuando se toma la licencia de publicar algún libro romántico, descubrí que noviembre, con sus tonos ocres, amarillos y naranjas, sus fríos cortantes, sus hojas marchitas y su humedad brumosa junto al mar, iba a ser un mes que cambiaría mi vida para siempre.
Noviembre me enseñó a recordar que alguna vez yo también me he enfrentado al miedo. Eso fue, precisamente, lo que me enseñó Raquel Saborido, una hechicera de palabras como yo, que ha accedido a participar de la sección Un día con… Y es que, como ustedes saben, este espacio que nos ofrece la revista EstaEsTuModa no tendría sentido sin la aportación desinteresada de todos aquellos magos, brujos, hechiceros y encantadores de serpientes que, a día de hoy, están permitiendo que la cultura esté experimentando un gran cambio.
¾Buenos días, José Antonio. Soy Raquel. ¿Me recuerdas? ¾me dijo una mañana, justo a las diez cuando me la crucé en una casa hermandad donde más de un centenar de sapientes hechiceros de letras se habían reunido, atendiendo a la llamada que la Gran Reina de los Libros malagueños nos había hecho tiempo atrás.
Uff, aquel día me había levantado a las seis con un fortísimo dolor de cabeza y mis capacidades de reacción estaban bajo mínimo. Una píldora de encantamiento y una infusión de cola de ratón habían conseguido disimular el esfuerzo con el que miraban mis ojos, pero, desafortunadamente, había mermado algunas de mis gracias adivinatorias.
¾Mmm, a ver… Déjame que piense ¾le dije para disimular, mirándola fijamente a los ojos.
¿Había sido aquella mujer mi pupila?
No. Definitivamente, aunque entre mis alumnas solo había una con el arrojo suficiente para vestirse con una túnica tan alegre como aquella, reconocí al instante que no podía ser ella. Aquel color asociado con la parte intelectual de la mente y la expresión de los pensamientos y que es el terror de los «xantofóbicos», no era del gusto de la Bruja del Sol Naciente.
¿Quién era entonces aquella mujer menuda que insistía en conocerme?
¾¿Lo dices en serio? ¾me preguntó con una divertida sonrisa en los labios.
Tras unos segundos de desconcierto y profunda reflexión, y a pesar de que mis pensamientos estaban un poco espesos, tuve que admitir:
¾Lo siento. No te recuerdo. A estas alturas del día he saludado ya a más de un centenar de personas y…
¾Soy Raquel ¾me confirmó jovial¾. ¡Raquel Saborido! La que te sigue por las redes.
¾¿Saborido?
¿Alguna vez habéis dicho «Tierra, trágame»? Aquel día, yo no lo hice, pero me hubiera encantado que la escoba voladora de color blanco que me había llevado hasta la capital apareciera de nuevo y me llevara hasta mi guarida, a pesar de la lluvia torrencial que inundaba las calles y el viento helador que electrificaba los pelos, encrespándolos más que los del Diablo de Tasmania.
¾¾sonrió¾. Raquel Saborido.
¾Uff, tengo miles de telas de araña con un sinfín de personas atrapadas en ellas ¾me justifiqué, refiriéndome a las redes que me han permitido amigarme con miles de brujos, hechiceros, magos, nigromantes y embaucadores lingüísticos de todo el mundo.
¾Soy la chica del lunar. Bueno…, la autora de la novela La chica del lunar. Seguro que has visto la portada.
¾Ehm…, sí, sí ¾musité avergonzado.
La recordaba a la perfección. Esa portada en la que aparece una mujer con una impresionante pamela negra ensombreciendo su rostro parcialmente ¾sólo se ven unos labios carnosos pintados de rojo y un lunar colocado estratégicamente en la comisura izquierda del labio superior¾ me sedujo desde el primer día que la vi en mi bola de cristal. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, no había conseguido localizarla. Había visitado incluso la histórica Librería de los Libros Olvidados de Zafón o la pequeña, aunque enigmática, Librería Biznaga de la calle La Unión, en Málaga, pero había sido incapaz de encontrarla. Recurrir a las capacidades de adivinación de algunos nigromantes del reino de Orión, había sido, también, un esfuerzo en vano, así que ahora que tenía a su autora frente por frente, no podía dejarla escapar.
Poco a poco, Raquel me fue atrapando con su historia, una historia con la que descubrí que la palabra siempre está muy presente en la vida de Raquel. Recuerdo que en varias ocasiones repitió: «José Antonio, siempre me ha gustado escribir. Desde pequeña, he tenido una gran imaginación. He disfrutado con cada historia que se dibujaba en mi mente, con cada personaje, con cada trama… En mis manos siempre había una libreta. ¿Las recuerdas? Aquellas de la marca Rubio, con las tapas verdes y dos rayitas rojas para que no nos torciéramos».
¿Cómo no me voy a acordar? ¡Uff, qué tiempos aquellos!
«Mis padres ¾recuerdo que comentó Raquel con una enorme emoción en los ojos¾, siempre me decían que yo era “Antoñita la Fantástica”. Como ves, no me parezco en nada a Anita Obregón, pero en eso de inventar mundos maravillosos, te aseguro que no me ganaba».
Dando vueltas a una pócima para que su espumosa efervescencia despertara nuestras neuronas aletargadas por el calorcito que desprendía el perol, observé, a través de la vaporoso y humeante tiniebla blanca que inundaba nuestra hermandad, los estragos que las brujas del otoño estaban haciendo en la gran ciudad y que estaban debilitando los preciosos álamos centenarios que marcan el camino hacia el mar con su lluvia torrencial.
Al calor de la lumbre, Raquel, muy pizpireta, me contó que su aventura dentro del mundo de las letras se afianzó años después de que comenzara a rellenar aquellos cuadernos de la marca Rubio. Concretamente, cuando se apuntó a unas clases de escritura creativa en el centro cívico de su barrio.
Allí, las artes de un mago de las letras consiguieron que algunos de sus relatos que tenía guardados en un cajón y que nunca habían visto la luz comenzaran a tomar forma.
Pero, si en realidad hay alguien que haya motivado a Raquel a escribir, esos son su marido y su hijo. Ambos, junto a aquel mago de las letras, fueron, de hecho, los culpables de que La chica del lunar vaya a materializarse de aquí a pocos días.
¿Os cuento un secretillo? ¿Me prometéis que no os vais a ir de la lengua? Juro por Odín que el que lo haga va a estar soñando con sapos y culebras una buena temporada, ¿eh?
Bueno, bueno, bueno… A lo que voy, que me enrollo y… Bah, da igual.
Lo que quería decir es que la novela, al principio, no se iba a titular La chica del lunar. Eso lo descubrí aquel día. Lamentablemente, y para mi desgracia, mis pocos conocimientos en las artes oscuras no me permitieron averiguar el título inicial. Es más. A pesar de que le ofrecí a Raquel una pócima para que su lengua comenzara a hablar, no hubo forma de que me lo dijera. Así que, avispados lectores, si algún día acudís a alguna presentación del libro, os ruego que en mi nombre la hagáis hablar. Os aseguro que los dioses que custodian el primer ejemplar de la obra dentro del cofre de la eternidad os lo agradecerán. Y yo, por supuesto, siempre que me llegue el chisme.
El reloj de arena del desierto que conseguí hace ya la friolera de veinte años en una disputa con la Gran Bruja del Bosque de Sal marcaba tres cuartos para las tres cuando Raquel me dijo:
¾José Antonio, tengo miedo.
¾Raquel, el miedo es un sentimiento que nos aherroja ¾le dije con total convencimiento¾. Hace que todas nuestras ilusiones se encierren, sin darnos cuenta, en un baúl con siete mil doscientos cincuenta y siete candados y que la única llave que consigue abrirlos se haga añicos por culpa de la presión que cada uno de los cierres hace sobre el frágil metal.
¾Lo sé, José Antonio, lo sé. Pero soy novel en esto de las letras. Y eso me genera mucha ansiedad.
¾Tonterías. Tú eres una gran escritora. Aprendiz, como yo; como todos los que alguna vez han decidido plasmar sus sentimientos sobre el papel, pero, en definitivas cuentas, grande.
¾Chiquitita diría yo ¾comentó ella entre risas.
¾Pequeña o grande, da igual. Lo que importa es que hay muchas personas haciendo cola esperando conseguir tu novela. Eso es por algo, Raquel.
¾Pero…
¾¡¡Grande, Raquel, muy grande!! ¾insistí, abriendo los ojos de par en par¾. Hazme caso.
¾No sé si creerte, José Antonio. Tengo miedo al fracaso, a no gustar, a…
¾A nada, Raquel.
¾Me da miedo de que el libro salga a la luz, porque no sé la aceptación que va a tener.
¾Ese es el típico gusanillo que a todos nos revuelve el estómago cuando nos enfrentamos por primera vez a algo nuevo. No te preocupes, Raquel. Pronto se dormirá otra vez. Si quieres puedo prepararte una pócima de…
¾¿Para siempre? ¾me interrumpió.
¾¿Cómo dices?
¾¿Ese gusano del que hablas se dormirá para siempre?
¾Me encantaría decirte que sí, pero te estaría mintiendo. Despertará con cada proyecto que hagas y te mantendrá en vilo hasta que sientas que comienza a rodar. Me refiero al proyecto, por supuesto.
¾Uff ¾la oí resoplar¾. Me da miedo que la gente compre mi libro y lo dejen arrumbado en una estantería. Se me encoge el estómago cada vez que pienso en las presentaciones que tengo que hacer. Soy…
¾Eres estupenda. Y todo eso de lo que me estás hablando no va a pasar.
¾¿Tú crees?
¾Estoy convencido. A todos nos da vergüenza la primera vez que nos enfrentamos a un público, se nos encoge el estómago de vez en cuando y…
¾Ya sabes lo que dicen por ahí, ¿no?
Abrí los ojos de par en par otra vez. ¿Con qué me iba a sorprender esta vez?
¾No ¾admití tras unos segundos de profunda reflexión.
¾«Mentes pensantes, bocas parlantes y estómagos zampantes» ¾recitó risueña.
¾Ah, sí, sí ¾sonreí. Alguna vez había oído aquel dicho que, precisamente, me venía al pelo en aquel momento. Tanto pensar, había provocado que la «gusa» estuviera arañándome el estómago. Me urgía tomar un pequeño refrigerio.
¾Oye, por cierto. ¿Quieres que te cuente un secretillo?
Uff, lo que nos gusta a todos un secretooo...
¾Dispara de una vez ¾le exigí, apuntándole con mi varita¾, si no quieres que te lance un encantamiento parlanchín. Por si no lo sabes, tiene efectos secundarios y…
¾Vale, vale. Lo he pillado, José Antonio ¾me dijo volteando los ojos con comicidad¾. El secreto es que…
¾Que…
¾Que el 2018 va a empezar cargadito de sorpresas.
¾Raquel… ¾protesté mientras mordisqueaba un trozo de pan. Se estaba haciendo de rogar, poniendo en práctica sus capacidades innatas para generar incertidumbre.
¾Uff, no sé si decírtelo, José Antonio. No sé si es bueno que se sepa aún.
¾Ahora no podemos dejar a nuestros lectores así ¾insistí¾. ¿Qué te parece si les damos una pista?
¾Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos, caminito de Belén, olé, olé, Holanda y olé, Holanda ya se veee… ¾canturreó.
¾Mmm, ¿acaso estás insinuando que La chica del lunar va a salir el día de Reyes?
¾Tal vez.
Ay, el misterio de los «tal vez»…
Lo que sí me quedó claro es que la ansiada novela de Raquel Saborido saldrá en enero de 2018. ¿Que cómo me enteré? No hay que ser mago ni brujo ni hechicero para leer entre líneas.
Buenooo, está bien. Lo reconozco. Cuando regresé a mi guarida pasé horas mirando mi bola de cristal mientras en el caldero borboteaba un mejunje en el que había mezclado cola de ratón, uñas de lagarto, escamas de esturión y algunas crines de unicornio, una pócima milenaria cuyos vapores me permitieron concretar que… «con lunar o sin lunar, la novela de Raquel saldrá en enero, ya sea el día seis o alguno más».
Después de esta historia tan rocambolesca en la que algunas cosas son ficticias y otras muchas verdad, he de reconocer que pasar un día con Raquel Saborido me permitió comprender y aprender ¾no olvidéis que este reportaje también iba de aprender¾ que es una gran luchadora, una entusiasta y…
Que lucha por ver sus sueños cumplidos, aunque ello implique tener que fregar muchas lágrimas.
Que es miedosa, ¡sí!, pero ello no le impide tener arrestos suficientes para enfrentarse a todo aquello que no conoce y/o no sabe hacer.
Que es una gran soñadora, una gran madre, mujer y esposa. Que adora la escritura, la lectura, el amor y la vida.
Que se levanta cada mañana a las seis cuando el sol luce tímidamente en el horizonte.
Que cosecha día a día su huertecito de sabiduría con las historias que recibe de todas aquellas personas mayores a las que atiende cada mañana, ayudándoles a que sus días sean mucho más placenteros.
Que disfruta del mar y la montaña, y de cualquier espacio natural que le permita pasear con sus cuatro perros a los que la vida les dio una segunda oportunidad cuando la familia de Raquel decidió adoptarlos.
Que adora la cocina, el cine, las chucherías y el chocolate con la misma pasión con la que se aleja de los telediarios. «Para sufrir, ya tengo yo mis propias penas», recuerdo que me dijo aquel día.
Que le encanta coleccionar ese tipo de instrumentos que contienen una bola, generalmente de acero o tungsteno, en la punta de carga y que, en contacto con el papel, va dosificando la tinta a medida que se hace rodar del mismo modo que un desodorante de bola. ¿A qué me refiero? Es muy fácil. Raquel es una apasionada de los bolígrafos. Desde estas líneas, aprovecho para decirle que vaya pensando en comprarse unos cuantos más porque, en breve, se va a hartar de firmar ejemplares de La chica del lunar.
Las horas que pasamos juntos hablando de literatura y de miedos, entre otras cosas, también descubrí que Raquel adora el perfume de Dior y el olor a jazmín y a dama de noche. Que es una gran apasionada de los libros y de las películas románticas porque ella, en sí misma, es una romántica empedernida. Que se le cae la baba con su hijo, uno de sus apoyos más fieles y que tiene el alma limpia, el genio vivo y un corazón de oro que ofrece a los demás sin pedir nada a cambio.
Raquel es tierna, amorosa, detallista, soñadora, exitosa, talentosa, algunas veces misteriosa, amable y muy simpática. Una amiga de las grandes. Y una luchadora nata a la que no le han regalado nada pero que desea, de todo corazón, que disfruten con su novela y que, y a pesar de los miedos que siente, espera ansiosa sus opiniones para seguir creciendo como escritora. Ya ven, a pesar de ser ya una grande, rebosa humildad por todos y cada uno de los poros de su piel.
Permítanme que, para concluir, vuelva a dirigirme a ella.
¾Amiga. Sí, sí. Es a ti, Raquel, no te hagas la despistada. Y fíjate que he escrito la palabra que define lo que eres para mí en mayúsculas. Gracias por abrirme tu corazón y permitirme pasar contigo un día tan especial. Deseo que a través de este reportaje los lectores de Un día con… hayan podido conocerte un poquito más y, al igual que yo, se rindan a tus pies como gran escritora que eres. De todo corazón, un millón de gracias por todo.
»Noviembre fue el mes de nuestro primer contacto, de nuestras primeras palabras…; el mes que dibujó en el horizonte de nuestras vidas una férrea amistad que espero que perdure en el tiempo y nos traiga muy buenos momentos.
»Por todo lo que nos queda por vivir en este apasionante mundo de las letras, mil gracias.

A continuación se muestran algunos datos de interés de Raquel Saborido:
Publicaciones:
      LA CHICA DEL LUNAR
Disponible en Amazon, grandes superficies y librerías especializadas.
También puedes conseguirla contactando directamente con la autora. En este caso, te enviará la novela con una preciosa dedicatoria.
Para contactar con ella lo puedes hacer a través de:
Redes sociales:
      Instagram: la_llave_dd_tu_corazon_
      Facebook: Maria Raquel Saborido

Sinopsis de La chica del lunar:
Raquel Ramírez es una chica que trabaja en una hamburguesería en el centro de Málaga. Bruce Smith es dueño de una editorial que tiene en Nueva York.
Una noche, Bruce, va a cenar a la hamburguesería donde trabaja Raquel. Poco después, se vuelven a ver otra vez en un chill out de la playa. Pero no será hasta que vuelvan a coincidir en Madrid, en un concierto de Michael Bolton, cuando comenzarán a saltar las chispas. A partir de ahí… sólo tú lo descubrirás entre las páginas de la novela La chica del lunar.